¡La “ira” de Jesús…! ¿Puedes aceptarla? ¡Una misión inesperada para ti!

Homilía-Monseñor Han Lim Moon

3er Domingo de Cuaresma-Ciclo B-7/3/2021

(San Juan 2,13-25)


         

Imagina que vas a un templo y adelante, en el centro, arriba del altar encuentras un gran cartel de billetes de dólares o de una propaganda, ¿cuál sería tu reacción?  

Sentido de la purificación del templo


          En el evangelio de hoy, Jesús echó del atrio del templo a todos los animales con un látigo y volcó la mesa de los cambistas desparramando sus monedas. Fue un gesto muy impactante y provocativo por su vehemencia y, sobre todo, por lo que significaba ese gesto.

Porque echar a esos animales que eran ofrendas para el culto a Dios diciendo: “no conviertan la casa de mi Padre en un mercado”, significaba el rechazo a la idolatría del dinero con el pretexto de la ofrenda.

Además, ante el cuestionamiento de la autoridad de Jesús por obrar así, Él afirmó: “destruyan este templo y yo lo reconstruiré en tres días”, pero se refería a su cuerpo muerto y resucitado en tres días.

De esta manera, Jesús, con sus gestos y palabras puso fin al culto del Antiguo Testamento que consistía principalmente en la ofrenda de los animales. Y, al mismo tiempo, inauguraba el nuevo templo que es Él mismo en el cual ofrecería el culto perfecto y agradable a Dios. Porque Dios se hizo verdaderamente presente por la encarnación de su Hijo Jesús, por, con y en quien elevamos el culto perfecto a Dios y recibimos de Él toda clase de bendición. En consecuencia, para entrar en comunión con Dios ya no se necesita otro templo fuera de Jesús.

¡Nosotros, templo de Dios!


Además, por el bautismo, Jesús nos incorporó como parte de su templo siendo piedras vivas por el Espíritu Santo (cf.1 Pedro 2, 4). Por eso, cada uno de nosotros, personalmente y como comunidad, somos templo (cf. 1 Corintios 3,17; 6,15; 2 Corintios 6,16; Efesios 2,20) donde encontramos a Dios para entrar en comunión con Él.    

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Ahora, nos preguntamos: ¿soy verdadero templo de Dios donde Él habita y los demás pueden encontrarlo? Como comunidad, ¿somos templo de Dios donde todos pueden encontrarlo?

Ahora, ¿sabes que sucedería si somos indiferentes ante nuestra identidad de ser templo de Dios o estamos "contaminados" por  el pecado o la idolatría de dinero, tecnología, placer y egocentrismo? Jesús arderá de celo por la “casa de su Padre” expulsando de nosotros con un látigo toda clase de idolatría para purificarnos, diciéndonos: “no conviertan la casa de mi Padre en mercado”.

Querido amigo, querida amiga, que todos encuentren en ti y en nosotros a Dios Padre para elevar el culto de adoración y recibir de Él toda clase de bendición.

Para eso, Jesús se hizo templo y nos hizo parte de su templo. Y tú eres el templo sagrado, el lugar de encuentro con Dios para ti y para los demás. ¡Qué hermosa dignidad y misión para ti! Amén.


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